jueves, 5 de enero de 2017

Noche de Paz

Como todos los años,  el día de Navidad, mi madre permanece encerrada en la cocina, mandil en ristre,  jurando en arameo. Mientras tanto,  los peces beben y beben y vuelven a beber, justamente como mi padre, que en su cuarta copa de vino,  debate con mis tíos si el Rioja tiene más cuerpo que el Ribera de Duero; y para cuerpos, el de mi prima Rosita, que a sabiendas de que me vuelve loco, se contonea pecaminosa por el camino que llega a Belén.
Entre tanto jolgorio familiar, mi abuelo deja de amenizarnos con la zambomba y la pandereta para abrir la puerta a dos vecinas chismosas que al olor de las gambas a la plancha que se filtra por el patio de luces, se cuelan hasta la cocina con la excusa de felicitar las fiestas.
Troylo ya no tiembla con los cohetes, ni mueve el hocico cuando el pavo sale del horno, tan sólo golpea tres veces su pata ancha de eterno cachorro cuando escucha decir que hoy es veinticinco de diciembre, y lo hace con desdén, como si quisiera poner fin a estas fechas, fun, fun, fun.

Relato para el concurso #CuentosdeNavidad de Zenda Libros

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