“Para
siempre” nos dijimos sellando el beso a navaja. Clavándole nuestras iniciales
al almendro que sujetaba las bicis.
Aprendí a
volar en su BH, como ET con Elliot, sin necesidad de alas, sin preocuparnos de
si había red bajo nuestros pies. Emprendimos el más arriesgado de los viajes, a
ciegas, sin brújula y con los labios como único equipaje, como sólo puede
hacerse la primera vez, sin valorar el impacto de la caída.
La bici sin frenos nos llevó hasta la luna, le
acariciamos el corazón a Plutón. Fuimos felices con la adolescencia en nuestras
mochilas.
“Para
siempre” nos dijimos, y le esperé cada verano a los pies del árbol para
comprobar que los calendarios, así como las promesas, también son de hoja
caduca.
Para el concurso organizado por Zenda Libros
Precioso relato.Mucha suerte, compañera. Saludos desde https://fantasialg.blog
ResponderEliminarTriste y bello. Me gusta. Suerte.
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