jueves, 25 de enero de 2018

La penúltima fiesta de fin de año

Ya recogerían la mesa mañana y barrerían el confeti que, de tanto jolgorio, tuvo la impertinencia de colarse incluso por su ropa interior.
Ya se arrepentirían al día siguiente, al verse juntos desnudos, en la misma cama, sin nada que contar y mucho que olvidar.
Tratarían de esconderse en los pliegues de la piel, en los surcos de cada arruga, para no pensar en lo que dirían sus hijos si se enterasen de lo que suele ocurrir en las fiestas del asilo.

(Fotografía Mercé Rodríguez)

jueves, 18 de enero de 2018

domingo, 14 de enero de 2018

Clown por prescripción facultativa

Para celebrar nuestras bodas de plata, nuestros hijos nos regalaron un crucero por los fiordos noruegos; una segunda luna de miel, aseguraron.  Al volver,  a Mayra se le ocurrió acudir a un terapeuta, un charlatán de esos que creen saberlo todo sobre relaciones de pareja, un embaucador que le dijo que era terrible no haber hecho el amor en quince días.Le habló del paso del tiempo, de la rutina, de la apatía, bla, bla, bla…
Accedí a seguir las consignas  de su terapia no por mi mujer, sino porque se había puesto en entredicho mi masculinidad. Al principio fue divertido aquello de las “fantasías”. Me divirtió corretear con el látigo de Indiana Jones, auscultarla jugando a los médicos, incluso tuvo su punto lo de los cavernícolas, pero con los días, se fueron acabando las ideas, y los cimientos de nuestra relación -eso decía ella- volvían a tambalearse.
Debéis añadirle más ingredientes, nos dijo en la última sesión;  y yo, que no voy a ceder en mi empeño de honrar mi virilidad, aquí estoy, en una cafetería donde no cabe más gente, vestido de payaso, esperando que venga ella, de domadora, para recibirla con un sonoro ¿cómo están ustedes?


jueves, 11 de enero de 2018

Pecando allende los mares

Los mejores regalos llegan cuando menos los esperas, cuando ya no hay luces por las calles ni señores disfrazados de los únicos Reyes que tienen acceso a la república independiente de mi casa. Regalos que vienen un miércoles lluvioso, cuando el sol ya está en el ocaso. Regalos desde la otra punta del país, La Palma ni más ni menos. Regalos con un envoltorio maravilloso, la voz "pecaminosa" de Ana Vidal 
La sección "En pocas palabras" da comienzo en el minuto 69:40
Para escucharlo, pulsa AQUI


martes, 9 de enero de 2018

Ida y vuelta al abismo

    Bucear en el lago que había al lado de la casa siempre me trajo suculentas recompensas. 
    Con doce años, y a pleno pulmón, rescaté la bici que nos habían robado y que mi madre nos compró con sus ahorros. Con quince, descubrí que la apnea podía dejarme ver durante más tiempo a Eulalia, que se las daba de beata, entrelazar sus piernas una y otra vez con Quique, el monaguillo. A los 18 comencé a estudiar ciencias del mar y coincidí nuevamente con ella, que me enseñó los más bellos corales.
    Tras su portazo he vuelto aquí, para tratar de encontrar peces abisales... esta vez sin botella.

Imagen tomada de la red

viernes, 5 de enero de 2018

El patito de goma

Corrían tiempos grises. La oscuridad se colaba por las rendijas de las alcantarillas,  por las grietas de los tejados, en las arrugas de las plañideras que acudían a los velatorios por si, en una de esas, caía un mendrugo de pan.
Un 24 de diciembre apareció por nuestras oficinas un párvulo; no tendría más de ocho años. Tenía cara de pillo, con multitud de pecas en sus mejillas que se mezclaban en perfecto maridaje con la suciedad de su rostro.  A Benítez, el conserje, que tenía seis hijos y otro en camino, le hizo tanta gracia la idea del niño que le pasó con el tasador. Abrió la puerta de su departamento y en voz alta, para que el resto de empleados escucharan el rocambolesco propósito del niño, dijo:
- Don Baldomero, aquí le traigo a este muchacho. Trae un tesoro que seguro vale una fortuna.
Don Baldomero Garrido era un tipo sobrio. Un hombre que con los años se había forjado fama de resentido a fuerza de parquedad  y desgana. Ningún compañero de trabajo supo nunca de su vida. Si estaba casado o soltero, si tenía aficiones y menos aún sus tendencias políticas. Era parco en palabras y más aún en emociones.
El crío sacó de su gabán un patito de goma tiznado de manchas sombrías y un ojo desdibujado. Enrudeció su voz al objeto de parecer mayor y preguntó por la suma de dinero que podían darle por empeñar su juguete, que afirmó ser todo lo que tenía. Le explicó que era un regalo de los Reyes Magos, de cuando era más pequeño y aún venían a su casa.
Nadie sabe cómo siguió la conversación. Don Baldomero comenzó a hablar muy bajito y seguidamente abrió su cartera. Unos dicen que llenó las manos del pequeño con dinero, otros,  además, afirman que por primera vez, le vieron llorar.

Para los cuentos de navidad de Zenda Libros

miércoles, 3 de enero de 2018